domingo, 27 de noviembre de 2011

viernes, 25 de noviembre de 2011

Video de la Semana: The Professionals - 1-2-3



The Professionals, segundo simple, con dos ex-Pistols, Paul Cook en la batería y Steve Jones en guitarra y voz líder.





miércoles, 23 de noviembre de 2011

Art - Supernatural Fairytales


“Mis ojos plateados tocan la tierra y no van a caer, no, no he dormido, en varias noches y en el final podés ver mucho más lejos afuera, creo que me estoy volviendo raro”. Así dice la letra de "I Think I'm Going Weird", el temazo que abre a pura psicodelia nerviosa el único disco de Art, Supernatural Fairytales, otro más de la brillante cosecha ’67. Cuántas de las bandas subterráneas de aquel entonces tomaron LSD, es imposible saberlo y es muy probable que varias no hayan estado ni cerca, pero la influencia del élixir y sus connotaciones estaban por todos lados.

Los Art solían llamarse The V.I.P.'s antes del cambio de dirección, la ropa hindú y los porritos. Lo más cerca que estuvieron de la fama fue más tarde, cuando esta misma banda se convirtió en Spooky Tooth, un grupo famoso en su momento y que realmente vale la pena investigar. También el baterista, Mike Kellie, sería el encargado de sacudir los parches en los tres primeros discos de The Only Ones.

En algunos sitios de Internet los describen como una banda similar a Cream. No es tán sencillo el asunto; más de allá de un leve parecido en la voz de Luther Grosvenor con la de Jack Bruce, el sonido de Art tiene sus hallazgos y -hay que decirlo- está adelantado a su época. En dos o tres años estaría lleno de grupos con este tipo de sónido, en esta búsqueda, a mitad de camino entre el rock progresivo, la psicodelia y el hard-rock, pero en 1967… eran pocos los que estaban intentando algo como esto. Tampoco tienen muchos elementos del blues, cosa que sí tenía el power trío de Clapton o el primer grupo de Hendrix. Sí tiene que ver con el sonido del primer Deep Purple, aquel sin Gillan, cuando todavía cantaba Rod Evans, el de Book of Taliesyn, pero eso vino después por ende; créditos para Art. Concedido: uno pone "Room with a View", con su riff insistente y piensa que lo ha escuchado mil veces, pero detengansé a pensar dónde y más que nada cuando. Podría ser un tema de Live at Leeds de The Who o, para no irse tan lejos, uno de Spooky Two. Pero no todo es tensión en Supernatural Fairytales, hay momentos distendidos como "Flying Anchors" (título elocuente si los hay) o el que viene después del magnífico tema que da nombre al disco, "Love Is Real, de neto corte folk. También hay lugar para las versiones; está el cover de la que quizás sea la canción más famosa que escribió Stephen Stills, "What's that Sound (For What It's Worth)", de aquel legendario primer disco de Buffalo Springfield. Y también está "Come On Up" de los Young Rascals, con tufillo a R&B y presagiando un poco lo que se vendría con la nueva encarnación del grupo. También hay lugar para la exploración, para la experimentación que para esta época era casi reglamentaria, esta vez de la mano de "African Thing" un orgía percusiva que adelanta la mal llamada World Music (como si el resto de la música que escuchamos fuera de Saturno).

Art
no trascendió, pero como todos sabemos, hoy existe un verdadero mercado para el rescate emotivo y la arqueología roquera, además Supernatural… es un disco que todavía hoy se puede parar de frente ante pesos pesados del estilo y salir muy bien parado. ¡Ah! Y la tapa es preciosa.







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Chequear también:

Bobak, Jons, Malone - Motherlight
Spooky Tooth - Witness
Kula Shaker - K


sábado, 19 de noviembre de 2011

5 Canciones 5: Badfinger


Crimson Ship

Para la época de Magic Christian Music, todavía estaban muy asociados con los Beatles, incluso en esta película, en la que pusieron música, actuaba Ringo. Todavía se molestaban por ser metáforicos y tenían muchos temas con ese estilo medio pop, medio psicodélico de fines de los sesenta, a la manera de Odessa o Abbey Road. Los arreglos de guitarra que responden a las voces (perfectamente armonizadas, claro) en el estribillo y la coda psicódelica ya pagan el precio de la entrada.

Aparece originalmente en: Magic Christian Music (1970)

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It Had to Be

¡Si señores! ¡Mike Gibbins, el baterista, también componía! ¡Y cómo! Se movía comodamente dentro de varios estilos pero en "It Had to Be" se nota que es un pez en el agua. Tiene mucho que ver con esos temas medio balada que tan bien les salían a los otros miembros del grupo. Una canción de desamor, de ruptura, con la resignación que implica asumir el fracaso. Eso sí; la canta, como los dioses, Pete Ham.

Aparece originalmente en: No Dice
(1970)

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Name of the Game

Bueno, de Straight Up... ¡Que díficil elegir solo una!. Hay cuatro o cinco canciones de esas bien lacrimógenas (en el buen sentido de la palabra), de esas que mueven una fibra sensible hasta al más rudo y "Name of the Game" es una de esas. La letra derrota a "Let It Be" en su propio terreno, con tintes algo místicos y algunas frases tremendamente acertadas, con la melancolía a flor de piel, es imposible no conmoverse. Esto es Badfinger cien por ciento.

Aparece originalmente en: Straight Up (1971)


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Why Don't We Talk?

Empieza con unos pasos que se escuchan de fondo, se mueven unos muebles, una cosa un poco extraña. Pero en seguida viene lo mejor, un fade-in lento introduce unos coritos y directo al plato fuerte; una secuencia repetitiva de tres acordes que suenan bien pesados, una cruza entre Who's Next y Mott the Hoople, guitarras gordas. Este temazo lleva la firma de los dos compositores principales; Tom Evans y Pete Ham, que comparten también la voz líder. Atención al precioso solo de guitarra de Joey Molland.

Aparece originalmente en: Badfinger (1974)


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Keep Believing

Después del que quizás sea el GRAN DISCO de Badfinger, el fantástico Wish You Were Here, los tipos tenían material para... un disco doble! Grabaron este, Head First, que fue rechazado por Warner, la compañía grabadora. Es increíble... ¿Cuantos discos se han editado con canciones que no llegan ni a los tobillos de una preciosura como "Keep Believing"? Ham canta este himno a la esperanza con un nudo en la garganta, "éramos peones en el juego de otra persona". Le quedaban unos pocos meses de vida.

Aparece originalmente en: Head First (2000 [Grabado originalmente en 1975])


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miércoles, 16 de noviembre de 2011

Echo & the Bunnymen - Porcupine


En Head On, la autobiografía de los primeros años de carrera de Julian Cope, hay algunas anécdotas que hablan de la personalidad y la ambición musical de Ian McCulloch, quien todavía hoy lidera a Echo & the Bunnymen. Cuenta cómo se conocieron, en la incipiente escena post-punk de Liverpool, cuando Mac (tal su apodo) era un clon lleno de granos de Joey Ramone, a la defensiva atrás de inamovibles anteojos oscuros. Relata cómo compartían gustos musicales, con el esnobismo que se necesita para poder hacer algo en la vida, cómo detestaban ciertas bandas y glorificaban a otras que en realidad no estaban tan distanciadas. También competían salvajemente y Cope confiesa, sin el menor arrepentimiento, el ataque de envidia que sintió cuando salió Crocodiles, antes incluso que Kilimanjaro, el debut de los Teardrop Explodes.

Hoy parece imposible pero en un momento, a principios de la década del ochenta, los Bunnymen eran serios candidatos al título de Banda Más Grande del Mundo, batalla que perderían irremediablemente a manos de U2, con Bono a la cabeza. La prensa los adoraba, el público respondía pero no… no iba a poder ser.

Para hacer la tapa de Porcupine, el tercero de estudio depués de Heaven Up Here, decidieron seguir la tradición de plantar la banda en algún paisaje insólito. Si en Crocodiles aparecían en una especie de bosque encantado y en Heaven… en una playa desierta, esta vez iban a ir más lejos todavía. Pusieron proa con rumbo a Islandia y armaron la sesión de fotos, en ese glaciar que tanto tiene que ver con la música. Ahí también filmaron el video de "Back of Love" ese temazo que les ayudó a llegar alto por primera vez en los rankings, dándole un significativo envión a las ventas de Porcupine, para el que se filmaron nada menos que seis videos promocionales. Ya lo dijimos; las ambiciones de los muchachos eran serias.

Porcupine
tiene fama de “disco difícil” pero no es tan así. En realidad es mucho menos árido que sus dos predecesores; a pesar de que Echo & the Bunnymen refinaba la técnica y mejoraban las orquestaciones, sus discos se fueron volviendo menos aventureros, más convencionales, más “cancioneros” si se quiere. Cada uno sabrá con qué etapa del grupo quedarse, ninguna de las dos es mejor que la otra, simplemente son diferentes y en las dos se mueven con total naturalidad. Porcupine es quizás ese momento a mitad del camino, no es ni una cosa ni la otra; sí… hay estribillos y muy buenos, pero también oscuridad y experimentación para todos los gustos y ahí reside su mayor encanto. Pero en todos los discos aparecen los elementos que hacen de ellos una banda con personalidad; la guitarra psicodélica de Will Sergeant, una especie de Tom Verlaine inglés, un héroe anónimo de las seis cuerdas y la voz de Sinatra en ácido de McCulloch. Y las letras, por supuesto. Son un reflejo perfecto de una época, de una generación desencantada y claustrofóbica con sus obsesiones a la orden del día.

Después del éxito de Ocean Rain, el siguiente trabajo y continuación casi natural, vinieron unos cuantos problemas, la devastadora muerte del baterista Pete de Freitas, las carreras solistas y las peleas que nunca faltan. Pero se las arreglaron para sobreponerse a todo y hoy en día siguen, con la cabeza bien alta. Lejos quedaban los días de gloria de Porcupine.








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Chequear también:

Wah! - Nah=Poo - The Art of Bluff
Siouxsie & the Banshees - Tinderbox
Echo & the Bunnymen - Evergreen



miércoles, 9 de noviembre de 2011

Video de la Semana: Elephant Stone - I Am Blind



Dos ex-High Dials (una de las mejores bandas de la década del '00) armaron Elephant Stone. Esta canción pertenece a The Seven Seas.





lunes, 7 de noviembre de 2011

Aphrodite's Child - 666

Algo llama la atención en los créditos de este mastodonte sonoro que es 666, el tercer y último trabajo de estudio de los griegos Aphrodite's Child. Los nombres. Está Vangelis Papathanassiou, quien más adelante sería famosísimo (sin el apellido) como tecladista y autor del himno new-age "Chariots of Fire" y Demis Roussos, el super astro de la música pop mediterránea, con millones de discos vendidos en todo el mundo. Otro detalle no menor; en el sobre interno también dice “este trabajo fue grabado bajo la influencia del Saleph”, una especie de absenta antiquísima, un poderoso estimulante que hizo que Mercury Records se enojara mucho y demorase la salida casi dos años. A la compañía tampoco le entusiasmaba la idea de tener que vender un disco doble, ambicioso y con una temática controvertida ya que las letras se basaban en un texto bíblico; nada menos que en El Apocalipsis según San Juan.

Quien no lo conoce pero ha leído este primer párrafo puede no estar entusiasmado y es entendible; comerse un disco doble, con esos nombres en juego, con esas pretensiones… lo más probable es que sea un rompecabezas auditivo imposible de llevar a cabo. No es tan así la cosa, por suerte. Si bien 666 no es “fácil”, de esos que entran a primera escucha, tampoco es tan críptico como podría suponerse, con un balance casi perfecto entre experimentación y canciones accesibles. Está la psicodelia retorcida y deforme de "The Lamb" pero en el mismo lado, un poco antes aparece "The Four Horsemen", un hit menor, el último de la carrera del grupo. Hay de que decir que el concepto se difumina un poco a lo largo del disco y se debe a que hay demasiadas distracciones musicales, en 666 hay para todos los gustos, está el clima siniestro de "Aegian Sea", que es rock progresivo de principios de los setenta, sin excesos ni florituras, tiene más que ver con la búsqueda del Pink Floyd de Meddle que con la pirotecnia instrumental. "The Marching Beast" y "The Battle of the Locusts", que son dos temas que están juntos, son el ejemplo típico de este eclecticismo, de este ir y venir entre canción más o menos “convencional” y disparate psicodélico, de caos controlado. La nota de color es el tema llamado "∞" (infinito), casi al final, en donde la actriz Irene Papas finge un orgasmo mientras recita el siguiente mantra “yo era, yo voy, yo voy a acabar” sobre una base de percusión rarísima a cargo del propio Vangelis, algo así como el equivalente musical a El Exorcista. Según la leyenda, esto duraba casi media hora (en el disco, por suerte, son cinco minutos) y los gritos no eran fingidos. Tanto este fragmento como "All the Seats Were Occupied", que originalmente ocupaba casi toda la cara D en el LP y en donde, claramente, el nivel de Sahlep en la sangre iba contra todas las leyes, son los momentos más demoníacos, los que le hacen honor al título.

Para cuando salió al mercado, la banda ya no existía y aún así vendió una respetable cantidad de ejemplares. Roussos estaba a punto de convertirse en algo así como el Rey de la Balada Lacrimógena y Vangelis sería invitado a formar parte de Yes al momento de la partida de Rick Wakeman, oferta que declinó para concentrarse en su carrera solista. Nunca llegaron a hacer algo ni remotamente parecido a 666, un disco que todavía hoy sigue despertando fanatismos, una obra de culto.







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Chequear también:

Aphrodite's Child - It's Five O'Clock
Dr. Z - Three Parts to My Soul
Comus - First Utterance



jueves, 3 de noviembre de 2011

Wilco - The Whole Love


Los grandes autores tienen un tema recurrente. Una idea a la que vuelven, que los obsesiona, a veces de modo inconsciente y otras de forma planificada. Así es como Nick Cave insiste con la muerte y el amor enfermizo, Federico Moura con el desenfreno y la burla a los prejuicios o Roy Orbison con el sufrimiento romántico. Jeff Tweedy además de músico, letrista y compositor principal de Wilco, es ante todo un fan. Un fan del rock. Y de ahí viene su principal fuente de inspiración; de lo que significa e implica ser un fan de la música, de cómo puede modificar nuestras vidas, cómo puede salvarlas, actuar como fuerza motriz, deprimirnos y alegrarnos. Es lógico que con esos puntos de vista despierte adhesiones, le habla muchas veces al fan, de igual a igual y ahí reside el truco o el secreto de Wilco. También hacen unas canciones buenísimas, pero de esto nos vamos a ocupar más adelante.

No viene mal recordar que Wilco renace de las cenizas de Uncle Tupelo, aquella agrupación que, con el fundamental No Depression, supieron sentar las bases de lo que hoy se conoce como alt-country o Nuevo Rock Americano; más allá de las etiquetas, se trataba de pibes punks que no le hacían asco a la música de raíces, logrando una fusión hasta entonces inédita. Todavía resulta difícil caer en la cuenta de que ya llevan más de quince años juntos. Quince años y casi diez discos. En esos discos han hecho de todo. Con algún que otro cambio de formación han sido los Stones y Neil Young en Being There, Gram Parsons en A.M., power-poperos en Summerteeth, experimentaron con un rock artista y retorcido en A Ghost Is Born y finalmente encontraron una personalidad en una mezcla de todo eso en los dos últimos trabajos de estudio; el magnífico Sky Blue Sky y, más recientemente, con Wilco (The Album), el del camello en la tapa.

The Whole Love viene a cerrar esa especie de trilogía, en donde la banda experimenta y juega, siempre con la canción a modo de marco sagrado, intocable. Al principio engaña, nos hace parar la oreja de la mano de "Art of Almost". ¿Qué es? ¿Autreche? ¿Radiohead? Arrancan con una exploración sonora, rara e interesante, después la cosa vuelve a terrenos familiares. En general The Whole Love es un disco plácido, clásico, tranquilo, sin mayores sobresaltos y salvo en "I Might" y en "Standing O", los temas tienen esa extraña calidez que ya habíamos escuchado, esas baladas con varias lecturas entre líneas que tanto nos gustan. Algún escéptico puede decir que se trata de un cómodo “más de lo mismo” pero no. Tweedy se deprime como nunca en "Black Moon", en uno de esos temas que hablan de darse cuenta de algo que uno ya esperaba, pero que igual pasó, algo tan estúpido como humano a la vez, tan nuestro. Los arreglos de violonchelo son excelentes, por cierto.

Dos por tres aparece la guitarra vanguardista de Nels Cline, algo así como un Richard Lloyd y Tom Verlaine en un mismo cuerpo, capaz de roquear con desenfreno y de llevar su instrumento a lugares sombríos y lúgubres, es notable lo que hace al final de "Whole Love" o en el tema que cierra el disco, el larguísimo "One Sunday Morning", que es el equivalente posmoderno a "Sad Eyed Lady of the Lowlands" de Blonde On Blonde.
Es Wilco. Los conversos, que ya saben que esperar de la banda, van a estar felices con The Whole Love y si de paso suman algún nuevo fiel con este nuevo trabajo, quedamos todos contentos.








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Chequear también:

The Who - The Who By Numbers
Wilco - Yankee Hotel Foxtrot
Beachwood Sparks - Beachwood Sparks




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