Quien no lo conoce pero ha leído este primer párrafo puede no estar entusiasmado y es entendible; comerse un disco doble, con esos nombres en juego, con esas pretensiones… lo más probable es que sea un rompecabezas auditivo imposible de llevar a cabo. No es tan así la cosa, por suerte. Si bien 666 no es “fácil”, de esos que entran a primera escucha, tampoco es tan críptico como podría suponerse, con un balance casi perfecto entre experimentación y canciones accesibles. Está la psicodelia retorcida y deforme de "The Lamb" pero en el mismo lado, un poco antes aparece "The Four Horsemen", un hit menor, el último de la carrera del grupo. Hay que decir que el concepto se difumina un poco a lo largo del disco y se debe a que hay demasiadas distracciones musicales, en 666 hay para todos los gustos. Está el clima siniestro de "Aegian Sea", que es rock progresivo de principios de los setenta, sin excesos ni florituras, tiene más que ver con la búsqueda del Pink Floyd de Meddle que con la pirotecnia instrumental. "The Marching Beast" y "The Battle of the Locusts", que son dos temas que están juntos, son el ejemplo típico de este eclecticismo, de este ir y venir entre canción más o menos “convencional” y disparate psicodélico, de caos controlado. La nota de color es el tema llamado "∞" (infinito), casi al final, en donde la actriz Irene Papas finge un orgasmo mientras recita el siguiente mantra “yo era, yo voy, yo voy a acabar” sobre una base de percusión rarísima a cargo del propio Vangelis, algo así como el equivalente musical a El Exorcista. Según la leyenda, esto duraba casi media hora (en el disco, por suerte, son cinco minutos) y los gritos no eran fingidos. Tanto este fragmento como "All the Seats Were Occupied", que originalmente ocupaba casi toda la cara D en el LP y en donde, claramente, el nivel de Sahlep en la sangre iba contra todas las leyes, son los momentos más demoníacos, los que le hacen honor al título.
Para cuando salió al mercado, la banda ya no existía y aún así vendió una respetable cantidad de ejemplares. Roussos estaba a punto de convertirse en algo así como el Rey de la Balada Lacrimógena y Vangelis sería invitado a formar parte de Yes al momento de la partida de Rick Wakeman, oferta que declinó para concentrarse en su carrera solista. Nunca llegaron a hacer algo ni remotamente parecido a 666, un disco que todavía hoy sigue despertando fanatismos, una obra de culto.
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