Un patrón
de batería interesante hace que prestemos atención de inmediato. En
seguida entran unos colchones de teclados, más o menos al minuto o más, aparece
la primer guitarra, repitiendo de manera incesante un motivo muy sencillo de dos
notas. A esta altura ya estás adentro. Adentro de la burbuja ingrávida de
Slowdive, en el mundo etéreo que proponen. ¿Y las voces? Recién a los dos
minutos y fracción. Y sí, son las voces fantasmales que todos están esperando
de ellos, las armonías raras entre Rachell Goswell y Neil Halstead, que suben,
bajan, se entrelazan y juegan con todo tipo de filtros y efectos de sonido. Los
freaks del audio pueden hacerse una fiesta con este disco.
Slowdive es una de las bandas insignia de lo que en su momento se llamó shoegazer, bandas que tocaban melodías sencillas, sin demasiados conocimientos técnicos, pero con mucho volumen y actitud. Con mucha onda, digamos. Catherine Wheel, los extraordinarios Swervedriver, por supuesto My Bloody Valentine y los ultra-melódicos Ride, son algunas de las bandas más recordadas, de un subgénero que experimentó cierto revival en los últimos años, con reuniones impensadas como la de esta banda, que no hacían un disco hacía más de veinte años. De hecho, el que se podría considerar el compositor y alma máter de la banda, Neil Halstead, había armado Mojave 3, quienes dejaron cuatro hermosos LPs de estudio, siguiendo la línea trazada, con un ligero cambio en la dirección.
Tiene sentido que el cuarto disco sea homónimo, esto es impensado, novedoso, a la vez es una continuación directa de Pygmalion del ’95, el hasta ahora último trabajo y a la vez deja abierta una incógnita con respecto al futuro. Si este es el último disco de Slowdive… ¡qué buena forma de cerrar una carrera! Y si es el primero de una nueva serie… ¡qué auspicioso primer paso! ¿Por qué funciona? Te transporta, sin demasiado esfuerzo. El efecto narcótico de las canciones es inmediato, intoxicante al máximo, han hecho una suma muy interesante entre el sonido clásico de la banda y las lecciones que debe haber aprendido Halstead con su banda anterior. “Sugar for the Pill” -¡qué título!- es el ejemplo perfecto de esta alianza o combinación de sonidos. También es verdad que la chica de la banda suena cada día más cerca a Liz Fraser, de los Cocteau Twins, contribuyendo al cóctel, ayudando a que la levitación sea a varios centímetros del suelo. "Falling Ashes", el último tema, con su introducción de piano cien por ciento cinematográfica, otro gran hallazgo.
Como suele suceder con este tipo de música, no es fácil describirla o “venderla”. Funciona o no. Depende del estado de ánimo o la composición química de la sangre. Mi segunda escucha fue un Jueves a la mañana, con apenas un café y dos tostadas encima. Funcionó. Vaya si funcionó.
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Chequear también:
Slowdive - Souvlaky
My Bloody Valentine - mbv
The War On Drugs - Lost In the Dream
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