Iron & Wine no es otra cosa que el “disfraz” que utiliza Sam Beam para no poner su nombre verdadero pero se sabe que se trata de otro caso de “solista que graba con nombre de banda”. Como Smog o como los Red House Painters, son gente demasiado introvertida como para ponerse al frente. De todos modos tanto Bill Callahan como Mark Kozelek, los responsables, respectivamente de esas dos bandas, terminaron sacando discos con sus nombres una vez “hechas las inferiores”. Pero ponerse a vaticinar sería una pérdida de tiempo y sobre todo ante música tan buena y noble como la que hace Sam Beam.
Un breve recorrido se hace menester. The Creek and the Cradle, primer disco, editado por el legendario sello Sub-Pop de Seattle, un disco despojado, guitarra, voz, algún que otro instrumento de color y no mucho más. Canciones simples, cortas, delatando un amor obsesivo por Nick Drake. Disco dos; Our Endless Numbered Days, agrega musicalidad sin perder un ápice de espontaneidad, suma colores a la paleta en un disco más “profesional” si se quiere.
Tercer, disco, con Caléxico, el excelente In the Reins, otro gran acierto, uno de los pocos casos en que los dos artistas salen beneficiados ampliamente de una colaboración. ¿En el medio? Una buena cantidad de EP’s y varios temas dentro de películas, que hicieron que Iron & Wine se convierta en una especie de número puesto dentro de la música independiente, si es que ese término tan anodino significa algo hoy en día.
Así es como aparece, a mediados del 2007, The Shepherd's Dog, con un compositor mucho más afianzado, sin cambios bruscos, pero con la confianza (y los dinerillos, lógicamente) que vienen de la mano del éxito y del reconocimiento. Esta vez los músicos son más y las canciones se ven enriquecidas por arreglos de todo tipo. También la batería está un poco más al frente que en los trabajos anteriores y las letras se dan el gusto de tomar partido por causas justas, cosa que antes, si sucedía, era de manera más difusa, indirecta. Un ejemplo claro es "White Tooth Man" , con su clima de aires orientales, una nota, un solo acorde pero una buena cantidad de cosas pasando al mismo tiempo. La voz de Beam, al revés de lo que suele pasar, suena más cristalina, angelical y qué mejor que "Love Song of the Blizzard" para demostrarlo. "Resurrection Song" es de esos temas melancólicos de amor que tan naturalmente parecen salirle a nuestro héroe de turno, es la calma al momento de unir los cuerpos, cuando los fuegos iniciales ya se han disipado y el amor verdadero empieza a aparecer en forma lenta pero evidente. Una metáfora perfecta de la madurez emocional.
Iron & Wine muestra que se puede ser exitoso sin perder la esencia, que se puede cambiar sin ser drástico y sin perder la identidad, que se puede ser poético sin ser obvio y que, en tiempos de cinismo a toda prueba, se puede ser romántico sin caer en los lugares comunes tan frecuentes.
Parece difícil pero no es imposible y así lo demuestra The Shepherd's Dog. Es sólo cuestión de darle una oportunidad.
4 comentarios:
Muy buen disco -todos los discos de Iron and Wine son recomendables- Buen post. Saludos.
SABRA ORDEÑAR UNA VACA?
Che, y ultramorido??
JAJAAJAJAJAJ, jhaaajajajj y jajajajajaja. No se si sabrá ordeñar, no lo veo al pibe en plan Norman Greenbaum.
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