martes, 1 de junio de 2021

Moris - Ciudad de guitarras callejeras


¿A qué se parece el primer tema del disco, “Mi querido amigo Pipo”? Vamos a arriesgar una respuesta: a nada. Acá había algo nuevo. La canción es melancólica a más no poder, nostálgica, porteña hasta la médula y tiene algo de tanguero, sobre todo a nivel idiosincrasia. “Cuando quiero recordarte, entro a un bar de esos de antes y miro el mundo pasar”. De todo el rock hecho en la capital argentina antes de la llegada de la dictadura, Moris es, probablemente, el menos celebrado de los pioneros. También es cierto que su producción es más escasa, pero ese es otro asunto. Incluso en los temas más convencionales, como por ejemplo “Rock de Campana”, que por supuesto hace referencia a la localidad de la provincia de Buenos Aires, hay algo cien por ciento sudamericano en lo que hace y no sólo se trata de nombrar lugares y puntos de referencia.

Para cerrar el lado tenemos una de sus obras maestras, “Muchacho del taller y la oficina”, que podría considerarse una secuela de “De nada sirve”, uno de los grandes temas del disco debut y que tiene mucho en común con el tema épico de Ciudad de guitarras callejeras. Hay protesta, reflexiones, anfetaminas, acelere, lo que hace que muchos consideren a Moris como el primer punk de nuestro país. Para discutirlo, no vamos a entrar en esa. Acá hay una diferencia importante con respecto a 30 minutos de vida; habían pasado casi cinco años. Los tipos tocaban mucho mejor acá y se nota, los que lo acompañan son casi todos los miembros de Los Gatos, por momentos la banda va en el aire, tocando a varios centímetros del suelo. “Estoy viendo campos de concentración forzada, muchachos de veinte años siguiendo a la casta armada”. En un momento se vuelve loco, pierde cualquier tipo de interés por seguir la métrica y deja que la música se adueñe de su cuerpo y abandone su intelecto. Al final hay una sección diferente, más reflexiva, pero cuando el vuelo es en caída libre, no tiene nada que envidiarle a los grandes discos de La Pesada. Otra vez, la banda que lo acompaña dá cátedra durante los casi diez minutos de duración. Ya con eso nos podríamos dar por satisfechos. Pero el disco recíen va por la mitad.

Para empezar la segunda parte nada menos que “El mendigo del Dock Sud”. La clásica fantasía escapista del poeta que anhela la libertad a través de la salida del sistema, de dejar de lado las posesiones materiales. Esto se hizo de diez mil maneras diferentes. Pero como lo hace Moris en su segundo disco… así no lo hizo nadie. Al final, el último gran tema del disco “De aquí, adónde iré”, con esa calidad que tiene el tipo para ser elocuente y poético a la vez, para sonar bien sin dejar de lado el lenguaje de la calle, cotidiano. De acá despegaba para España, en donde supuestamente le fue bastante bien, representando -otra vez- a un buen puñado de argentinos que ponían proa hacia la vieja Europa. Continuará…








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