Chris Bell
siempre va a estar en esas listas de artistas de culto, es difícil que salga de ese gueto. Por empezar, antes de ser solista, estuvo en
la banda de culto por excelencia, en Big Star, la que empezó con Alex
Chilton y que tuvo que dejar cuando fue perdiendo el control creativo, en una
pelea desleal, con un tipo que no tenía
reparos a la hora manipular gente, incomodar y comportarse extrañamente. Bell
solo está en #1 Record, el disco de la estrella de neón en la tapa, en donde
escribe, arregla y canta la mitad de las canciones, apenas aparece en Radio
City, el segundo LP de la banda de Memphis.
Después de volver al negocio familiar, deprimido, empastillado de pies a cabeza, con no pocos conflictos de personalidad y ayudado por su hermano, fue cuando empezó a componer y grabar las canciones que terminaron formando I Am the Cosmos, una obra maestra de la desolación, la melancolía y la tristeza aplicadas a la creatividad, a la composición de joyas pop de tres minutos y medio.
Después de volver al negocio familiar, deprimido, empastillado de pies a cabeza, con no pocos conflictos de personalidad y ayudado por su hermano, fue cuando empezó a componer y grabar las canciones que terminaron formando I Am the Cosmos, una obra maestra de la desolación, la melancolía y la tristeza aplicadas a la creatividad, a la composición de joyas pop de tres minutos y medio.
No hay discos como I Am the Cosmos, es difícil de comparar, se puede pensar en algunas canciones de Badfinger (“Day After Day”, “Without You”, etc.) como para dar un parámetro, pero en los discos de los ingleses siempre había más rock and roll, era otra cosa. Nick Drake quizás, algunas canciones de los Beach Boys más depresivos, post Pet Sounds, pero no, tampoco, I Am the Cosmos está en una liga propia. Algunos pueden pensarlo como una exageración, pero está a la altura de la obra maestra de su ex-compañero, el vertiginoso Third/Sisters Lovers, el disco despedida de Big Star, sin contar la reunión con los Posies, claro. Incluso cuando pone las guitarras al frente (“Get Away”) el sonido es destartalado, la letra dubitativa y la melancolía ineludible. Sí, es claro, I Am the Cosmos es el disco triste por excelencia. Pero lejos está de ser una experiencia agobiante o insoportable. El talento musical de Bell es evidente, hace que escucharlo nunca deje de ser placentero más allá del contexto, las letras y los climas de las canciones.
Si Chilton era el Lennon de Big Star no cabe duda que Bell era el Paul McCartney, el talento para la melodía inmediata. Como la foto de tapa, tomada en unas vacaciones en los Alpes, I Am the Cosmos es un disco enorme, celestial.
Escuchar entero en YouTube o en Spotify.
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