domingo, 13 de octubre de 2024

Deep Purple - ídem [3er. LP - 1969]


Empieza con unos tambores tribales que podrían hacer pensar en el Santana de los primeros discos. La guitarra está un poco más filosa, eso te da un indicio de que es otra cosa, otra banda. Cuando entra la voz, sepultada en reverb o lo que sea que es ese efecto que usan, hay un claro resabio de psicodelia, de lisergia británica. No tarda en aparecer el solo de guitarra, hendrixiano en su ataque y rabia, agregando cierta prolijidad al cóctel. ¿Qué es esto? Podría ser un millón de grupos contemporáneos, podría ser Velvet Opera, Juicy Lucy, cualquiera de las bandas de rock pesado de segunda línea. De esas que competían para acomodarse con Ten Years After, Atomic Rooster, las de más renombre, digamos.

Es Deep Purple y su tercer larga duración. El último de la MKI, antes de la fama y los aullidos del gran Ian Gillan. Ante el fracaso -comercial- de Deep Purple, Ritchie Blackmore y Jon Lord se peleaban por la dirección a tomar. El tecladista compuso el Concertofor Group and Orchestra, que no hizo demasiado ruido, de manera que el siempre-serio guitarrista ganó la pulseada que derivó en In Rock. Cambio de sonido e imagen y vamos a lo que los hizo ganarse un lugar grande en esta historia.

En los tres primeros discos ya estaban la mayoría de los integrantes, excepto el bajista Nick Simper y el cantante Rod Evans, quienes serían reemplazados por Roger Glover e Ian Gillan, respectivamente, en una de las formaciones clásicas más recordadas de la historia de la música pesada.

Si uno se pone a comparar, tampoco es que fue tan brusco el cambio o la nueva dirección. Por ejemplo, la versión de “Lalena” de Donovan, tiene un parentesco directo con “Child In Time” de Machine Head; pesado, lento, ominoso y con un manejo de los climas que siempre fue marca registrada de la casa. Acá lo que faltaba era una vueltita de tuerca en cuanto a personalidad y otro tanto en cuanto a composición. “Fault Line” tiene olorcito a relleno. El que sigue, “The Painter”, es un claro intento de reescribir “Hush”, lo más parecido a un éxito que tuvo esta primer formación, que ya de por sí era un cover. De todas maneras es muy claro que Blackmore ya la rompía en las seis cuerdas y lo mismo para Lord, quien las pocas veces en que pasa al frente, se destaca y mucho.

Nadie en su sano juicio va a decir que este es un disco indispensable o uno de esos que hay que escuchar para entender (¿entender en la música? ¿Qué?) la evolución de absolutamente nada. A lo mejor sí de Deep Purple, quienes ya se perfilaban para ser la gran banda en la que se iban a convertir muy pronto.   






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