miércoles, 3 de octubre de 2018

XTC - Skylarking


¿El Sgt. Pepper de los ochenta? Alguna que otra vez se ha escuchado esa comparación y la verdad es que tiene sentido. Tienen una deuda evidente con la banda de Liverpool, pero a la vez son un producto cien por ciento de su época, son revolucionarios, amantes de la melodía, escribían letras inteligentes, unas canciones caprichosas, pensadas, retorcidas a veces, siempre interesantes. Como los Beatles, tenían dos compositores que se sacaban chispas. A pesar de que Andy Partridge siempre dominó, Colin Moulding, también bajista y cantante, siempre aportaba cosas valiosas y más de una vez los singles de éxito eran de su pluma.

Para la época de Skylarking, noveno disco de estudio de XTC, la banda ya las había vivido a todas, habían formado parte del envíon inicial del punk, con el que nunca tuvieron demasiado que ver, habían girado por Estados Unidos con relativo éxito, más que nada de crítica, no tanto de ventas. Partridge había tenido una crisis nerviosa que lo alejó de los escenarios y los convirtió prácticamente en una banda de estudio (otra similitud beatlesca) y eran algo así como una “banda para músicos”, esos grupos apreciados más por sus colegas que por el público en general, estatus que se podría decir que es el mismo que tienen hoy en día. Demasiado excéntricos para consumo masivo. Venían de hacer el proyecto paralelo de los Dukes of the Stratosphear, un gran chiste / homenaje a la psicodelia de los sesenta.

Este disco lo produce Todd Rundgren y, según cuentan, las sesiones fueron cualquier cosa menos pacíficas, con agarradas de los pelos y discusiones de todo tipo. A pesar de eso, el disco es un triunfo gigante. Son las canciones. El concepto, sobre un ciclo en una vida, desde el principio al final, queda medio relegado ante la belleza y la inmensa cantidad de decisiones acertadas que tienen los temas de Skylarking. Esto es pop brillante en el mejor sentido de la palabra, sencillo en apariencia, pero complejo y retorcido en realidad, melodías y armonías intrincadas, sin dejar de ser música agradable al oído, un balance difícil, delicado. De ahí quizás venga la comparación, siempre odiosa, con los Beatles; ésta es música aventurera, arriesgada y bien inglesa, pero se puede escuchar, tararear y, si le prestás la atención adecuada, queda para siempre dando vueltas en la cabeza.

Al parecer los XTC están otra vez en boca de músicos y periodistas, por un documental recién estrenado, si eso sirve para que alguien descubra a una banda magnífica, con una discografía vasta y llena de recovecos, bienvenido sea.







Escuchar entero en YouTube o Spotify.







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3 comentarios:

Centrofovar dijo...

Qué banda extraña y fascinante. Lo único que adolece, a mi entender, Skylarking, es que por momentos le falta algo de calidez al sonido. La pierden en "That's really super, Supergirl" y la recuperan en "Big Day"; nunca aparece en "Grass" o "The meeting place", salvadas por desarrollos melódicos magistrales. Si tan solo hubiesen mezclado el disco como el primer EP de los Dukes, estaríamos frente a uno de los más grandes discos de la historia... ah no, pará... YA LO ES, así y todo. En lo sonoro, en el anamiaje, me da la sensación de que tiene una deuda con Songs From The Big Chair de Tears For Fears, como si lo hubiesen escuchado obseesivamente antes y durante el proceso. (Más tarde el dúo devolvería el favor con la fórmula Skylarking + FM Aspen en The Seeds of Love).

No obstante, aquello no le resta a Skylarking ni el más mínimo punto, es un detalle. Pero un detalle que en Oranges and Lemons se me hace ya muy evidente y hasta insoportable. Estaría bueno escuchar los mixes de Steven Wilson, pero la obra original ya alcanza y sobra.

Abrazo!

Mariano dijo...

No conozco ese disco de TFF, me lo voy a bajar a ver que onda. Otro abrazo!

Centrofovar dijo...

Es un discazo impresionante. TFF es uno de esos casos en los que una banda ha sido afectada para mal por la sobreexposición en determinado momento. "La gente" suele relacionarlos con Aspen y poner muecas de desprecio, en total desconocimiento de un puñado de álbumes sobresalientes de los 80 y algunos chispazos en los 90, época en la que el dúo quedó reducido a un proyecto unipersonal de Roland Orzábal, un tipo obsesionado con la arquitectura melódica. Poco prolíficos, perfil bajísimo -al menos en las últimas dos décadas-, ahora están siendo revalorizados, y con justicia.

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