lunes, 8 de octubre de 2018

Troilo / Fiorentino - El bulín de la calle Ayacucho


No hay que olvidar que Buenos Aires, entre los años cuarenta y fines de los sesenta fue Meca cultural a nivel mundial. Al menos en lo que a música se refiere. Se estaba gestando algo nuevo, que iba a dejar una huella en la historia de la música popular para siempre. Eran los años de oro del tango, ni más ni menos. Si Manchester tuvo un auge a fines de los ochenta, si Nueva York y San Francisco hicieron su aporte y Kingston marcó a fuego la historia del reggae. Si hoy en día el desierto del Sahara parece ser el norte de músicos de todo tipo de origen, Buenos Aires, al sur, en el culo del mundo, hizo su gran milagro. Los que lo vieron no se olvidaron nunca. En la misma noche podías ver a la orquesta de Troilo y a dos cuadras a la de Pugliese, los dos lugares atiborrados de gente, con orquestas de cuarenta músicos que cobraban y se iban a su casa contentos. ¿Hasta qué punto sabían que estaban haciendo historia?

Los que no vivimos esa época, por obvias razones, todavía podemos revivirla y tenemos la ventaja de poder imaginar lo que queremos, hacer nuestra propia película. Quien no ha escuchado alguna vez aquello de “pero si esta no es la música de tu época” o alguna acusación semejante. Con ese criterio no se puede ver una película de Chaplin o leer a Alejandro Dumas. Patrañas. La gran música es la que no envejece, la que pasan los años y sigue teniendo sentido y vigencia. La música moderna, actual o como se la quiera llamar no tiene el aval que viene de la mano del paso del tiempo, que dicho sea de paso, es el juez más estricto.

¿Qué decir de Troilo? No es mucho lo que se puede agregar a su leyenda. Que tuvo a los grandes cantores a su lado, que con el bandoneón hacía magia… no vale la pena repetir todo eso. Sí vale recordar que Francisco Fiorentino, mendocino el hombre, cantó con el “Gordo” durante seis años, desde fines de los treinta a mediados de la década siguiente. Este disco lleva el título de una de las grandes canciones del género, con letra y música de Caledonio Flores y los hermanos Servidio, respectivamente. En “Uruguaya” y “El desafío” canta también Alberto Marino y si con eso no es suficiente, al final hay una versión preciosa de “Los mareados”.

El bulín de la calle Ayacucho no es el disco definitivo del tango, ni marcó un antes y después, pero sí es un excelente registro de un género en apogeo, una muestra definitiva de una época de oro de una ciudad y un país. Después la música le pertenece al mundo pero esa ya es otra historia, otra discusión. 







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Carlos Di Sarli - Mañana zarpa un barco
Aníbal Troilo - Tango for Export, Vol. 2



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