lunes, 22 de mayo de 2017

Todd Rundgren - A Wizard, A True Star


Hace poco circuló un video en donde Todd Rundgren se encargó de subir al estrado a dar un discurso, para los egresados de la prestigiosa escuela de Berkeley. Entre las cosas que dijo, destacando que todavía hoy no sabía leer música, mechando unos chistes buenísimos, hizo hincapié en el momento en que la pegó en grande, con el disco anterior a este, el doble Something/Anything?. Uno de esos que todavía suenan en las radios, con por lo menos cinco clásicos de todos los tiempos. Contó que para ese entonces ya era un productor exitoso, podía darse el lujo de hacer lo que se le cantaba y ahí fue cuando craneó y pergeñó A Wizard, A True Star.

Es un disco que desafía cualquier tipo de convención, repleto de ruiditos extraños, efectos de estudio, atiborrado de referencias nerds para marcianos de las grabaciones… un disco hecho pura y exclusivamente para él mismo. Si a alguien le gustaba o no era otro asunto. No le gustó a nadie y más de un crítico lo atacó despiadadamente, por no seguir el camino trazado. Por supuesto que el tiempo pasa, da su veredicto y hoy en día A Wizard… es uno de los discos más queridos de Rundgren, uno de esos que te ponen a prueba, que requieren de un esfuerzo, un trabajo para desentrañarlos pero que, una vez que lo lograste, agradecés haber invertido el tiempo necesario. Rundgren tiene un instinto pop fuera de serie, en varias de las canciones muestra ideas que harían la envidia de cualquier compositor con aspiraciones masivas, para segundos después deformarlas, atravesarlas y llevarlas a extremos insospechados.

La primer parte, empezando con “International Feel”, uno de sus temas enormes, está compuesta por pequeñas viñetas de minuto y fracción, en donde despliega más recursos que en carreras completas de algunos de sus colegas. Cuando llega a la parte de las canciones, de la mano de “Flamingo” y el extraordinario “Zen Archer”, una especie de tango cósmico, que anticipa en diez años por lo menos al Tom Waits post-Swordfishtrombones. Son cinco minutos de demencia absoluta y hechicería técnica. Tiene un medley de música Motown, que le sirve de vehículo para explorar el lado oscuro de su cerebro (y del tuyo, a la pasada) y, como si fuera poco, está “Sometimes I Don’t Know What to Feel”. También rockea con abandono y desesperación cerca del final, con “Is It My Name?”.

“Querés lo obvio, tendrás lo obvio” dice en otra de las piezas mágicas del disco, en “Just Another Onionhead/Da Da Dali” (¡qué título!) en otra de las muestras de su retorcidísimo sentido del humor. Si querés lo obvio, en realidad, vas a tener que ir a buscar en otro lado.







Escuchar entero en YouTube o en Spotify.







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