El quinto y anteúltimo disco de Pastoral venía mal barajado de entrada, ya no se aguantaban más, De Michele venía de dos años de ostracismo absoluto y se juntaron a armar los temas en el más recóndito silencio, sin ningún tipo de anuncio. Quizás eran demasiado impecables para el rock and roll, pero era lo que se estilaba en aquel entonces, con Yes, Genesis y Pink Floyd como faro / influencia, en una época donde la información circulaba de otra forma, más lento, había menos acumulación.
De todas maneras, De Michele – Eurasquín es un triunfo. Sus diez temas son de una factura impecable, rebosan ideas y musicalidad a los cuatro vientos y tiene, como todo gran disco, cinco o seis canciones que podrían calificarse de memorables. “Cuando sientas que la farsa normal se te exige como vida, los mecenas de la escena irán siempre a tu alrededor”, cantan de manera angelical en “Mecenas de la farándula” y en “Lucifer asomó” dicen, al final del tema, lo siguiente: “No podré morir después de muerto, como soñé, alucinando alguna palabra yo mejor me voy de aquí”. Hablando claramente de un estado mental incómodo, melancólico, presagiando el fatídico final que estaba a la vuelta de la esquina. Otra influencia palpable es Crosby, Stills & Nash (con o sin Neil Young) como en el ochenta por ciento de la música argentina de primer mitad de los setenta, es muy evidente en “Enredándose en el aire”, tema firmado por Miguel Ángel Eurasquín, bien folkie, con el piano al frente y las armonías vocales de tres partes.
Después de este disco hubo un silencio enigmático, un parate, más tarde un álbum de De Michele con Gustavo Montesano, ex-Crucis, se llamó Merlín y salió en el ’80. Casi en seguida vendría el último de Pastoral, el olvidadísimo Generación, ya con un lavado de cara musical. Otra historia que queda pendiente.
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