La figura del “tapado sixtie” ya casi no existe hoy en día, lo que significa e implica en realidad ha cambiado. Hoy cualquiera te puede hablar descaradamente de The Id o The Insect Trust, del amor que siente por el único disco de The Merry-Go-Round o lo que “flasheó” de la mano de los Red Krayola.
Eso sí, te ponés a indagar un poco y puede que te encuentres con que esa misma persona no tiene la menor idea de la existencia de Donovan, Jefferson Airplane y hasta puede llegar a desconocer la mayoría de la obra de los cuatro de Liverpool o las Majestades Satánicas. Son los delirios de esta nueva era, de Internet, tan curiosa como ridícula, interesante y a la vez tan difícil de entender o explicar.
Pero algunos discos todavía no han sido descubiertos del todo, a menos que seas un obsesivo de las rarezas hechas en la década del sesenta, es muy poco probable que hayas escuchado hablar de The Moon, una banda de estudio con dos LP en el sello Imperial; Without Earth del ’68 y un segundo disco homónimo del año siguiente. Acá participa David Marks, guitarrista relativamente intrascendente de la primera formación de los Beach Boys, alguien que -según dicen- todavía hoy cobra sus considerables dinerillos por haber aparecido en esos créditos y que, en los últimos años, obtuvo cierto renombre al ser invitado a otra de las infinitas reuniones geriátricas de los californianos.
Without Earth es un disco que podría haber logrado un poco más, es un exponente perfecto de la psicodelia pop aniñada tan frecuente por aquellos años, con no pocas similitudes con discos como Butterfly o Evolution de The Hollies, muchos trucos de estudio, voces agudísimas armonizando infinitamente, líneas de bajo al estilo McCartney y arreglos orquestales barrocos de primerísimo nivel. El primer gran tema del disco aparece de la mano de “Brother Lou’s Love Colony”, en donde desde el título mismo se percibe la intención lírica de las canciones (vendría a ser “La Colonia del amor del hermano Lou”), intentando dar en la tecla de lo que se consumía en aquel entonces. Otro gran exponente es “Give Me More”, casi al final del disco, uno de esos temas de pop de cámara a la manera de “Eleanor Rigby” o “She’s a Rainbow”, no debe haber sido fácil grabar, arreglar y producir esto. Hay que decir que el disco suena muy bien y ha envejecido con gracia. Amigos, pongansé los cascos y… ¡vamos todos a la luna!
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