A la hora
de hablar de Elvis es imposible pasar por alto la figura del Coronel Tom
Parker, su manager, mano derecha, espada de Damocles, entregador de alma, segundo
padre y un largo etcétera de títulos, posiciones y adjetivos. Es famosa la anécdota de Parker apostado a la salida de los conciertos, con su mesita
de merchandising en donde estaban los pins que decían “I Love Elvis” al lado de
los de “I Hate Elvis”, el tipo tenía para todos los gustos. Su nombre verdadero
era Andreas Cornelis van Kuijk y era un inmigrante ilegal holandés, motivo por
el cual Elvis jamás dio un concierto afuera de Estados Unidos. Algo que podría
haber acrecentado su fama y -probablemente- sus motivaciones en la segunda
etapa de su carrera, cuando era un gordo aburrido, adicto a todo tipo de
pastillas e inyecciones. A pesar de todo, su voz sonaba con una solvencia y aplomo
que nunca antes había tenido.
Elvis ya había probado suerte con un EP enteramente de góspel, Peace In the Valley, en el ’57, cuando todo lo que grababa era un éxito asegurado. De todas maneras, un disco de esas características era una movida arriesgada. His Hand In Mine, su primer LP de una serie de tres discos dedicados por completo a la música religiosa, sale tres años después y acá es donde el Coronel Parker resurge. Al parecer el amor indiscutible de Elvis con esta música, le venía como anillo al dedo al inescrupuloso manager, que intentaba por todos los medios de “lavar” la imagen del muchachito de Memphis, convertirlo en un ciudadano americano promedio y querible, potable, apto para todo público. Cosa que haría vender más discos y así engrosar sus ya henchidas arcas y las de su protegido, aunque estas últimas le importasen considerablemente menos. Nada mejor para estos fines que un disco de música religiosa.
Es claro que Elvis adoraba esta música con pasión, la conocía, sabía sus trucos, la usaba como calentamiento antes de sus conciertos y la verdad es que a Elvis le podías tirar cualquier canción pedorra y la sacaba adelante con su onda, su carisma y su voz. Como siempre, tiene a los mejores músicos disponibles acompañándolo, los Jordanieres se lucen en los coros, Scotty Moore no tienen tanto lugar para brillar como en los discos del sello Sun o los primeros para RCA, pero igual se las arregla para meter sutilezas siempre que puede, Bob Moore al contrabajo hace lo que tiene que hacer y el gran D. J. Fontana comparte los parches con Buddy Harman.
Si te gusta Elvis es muy posible que los discos de góspel te interesen también, de lo contrario, si lo considerás un producto, un sorete, un títere o cualquiera de los adjetivos peyorativos que se han utilizado para denostarlo (varios muy entendibles, por cierto) no va a haber forma de que His Hand In Mine se convierta en disco de cabecera.
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