Power pop. Un género que todavía hoy sigue criminalmente ignorado, al menos en nuestro país. Dos ejemplos que sirven para demostrarlo:
1) Disquería palermitana muy coqueta con cartelito de “Prohibido Fumar”, música bluegrass de los años veinte de fondo, mucha decoración y pocos discos. El cliente pregunta: — ¿Qué tenés de power pop?
El disquero responde, un poco ofuscado: — ¿A qué le llamás power pop?
El disquero responde, un poco ofuscado: — ¿A qué le llamás power pop?
Fin de la historia.
2) Misma pregunta, diferente disquería, esta vez el disquero reacciona: — ¿Por qué no dejás de decir ese término? ¿Qué corno es eso?
Típico. Temor a lo desconocido, descalificación en lugar de curiosidad. Lo más gracioso de todo es que el power pop está lejos de ser una música difícil, complicada o recóndita. ¡Todo lo contrario! Cualquiera conoce miles de ejemplos de canciones de grupos conocidísimos. Pero sí, es verdad, las bandas más representativos de la época de oro del género (fines de los setenta / mediados de los ochenta) no son famosas. De hecho, el que quizás sea el grupo más conocido, The Knack, fue víctima de una violenta campaña de “ninguneo” por parte de cierto sector de la prensa especializada, que los acusó de sexistas, machistas y quién sabe que más.
El power pop no es más que grandes canciones, estribillos brillantes, voces armonizadas prolijamente y mucha presencia escénica. ¡Ah! Y guitarras… muchas guitarras. The Records, que surgen de las cenizas de los pub-rockers ingleses The Kursaal Flyers, es un exponente perfecto del estilo. Tienen tres discos de estudio muy buenos, los tres aparecidos en el período de tiempo mencionado, nunca tuvieron demasiado éxito comercial pero sí tienen un gran número de canciones memorables, efectivas e inteligentes. Son las que aparecen en este disco; Smashes, Crashes and Near Misses: The Best of the Records. Como en toda compilación que se precie de tal, habrá quienes discutan la selección de temas pero los fundamentales están. Por supuesto que no falta lo más cercano a un hit que tuvieron, el glorioso "Starry Eyes", una canción sobre ser estafados por un manager sin escrúpulos y sufrir las consecuencias. A nadie le importaría si no vendría envuelta por un mar de guitarras arpegiadas, unas voces beatlescas bien utilizadas, mucho reverb y la garantía de adhesión eterna a la memoria. También del primer disco, Shades In Bed (que en USA salió con otra tapa y se llamó simplemente The Records) están "Teenarama" o "Up All Night". El segundo, el magnífico Crashes, está representado por gemas como "Hearts in Her Eyes", que fue versionado por la segunda encarnación de los legendarios The Searchers, "Girl In the Golden Disc" o el ultra-pegadizo "Rumour Sets the Woods Alight".
También hay del tercero y último, de Music On Both Sides y no faltan las rarezas y caras B de los simples, que de otro modo serían imposibles de conseguir.
De todos modos, es entendible, en un país que entroniza a ídolos con pies de barro que se desmoronan en público de la forma más decadente posible y que si no estudiaste en Berkeley no sos “músico”, es lógico que un estilo que no se caracteriza por la pirotecnia instrumental, que no tiene mayores pretensiones que roquear y pasar un buen rato, no sea recibido con los brazos abiertos.
No importa, los que amamos el power pop sabemos que nada de eso hace falta, que no hay manera de derrotar a una canción perfecta de tres minutos de duración. Suficiente.
Escuchar online en YouTube o en Spotify.
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3 comentarios:
"dejá de usar ese concepto, no existe". Bueno, hace una cosa: cerrá la disqueria y ponete un parripollo.
quines serian esos idolos con pies de barro?
tu problema es facil de resolver: estas llengo a las disquerias equivocadas
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