Existen dos
grandes grupos de bandas y solistas; por un lado los creadores y por otro los seguidores, imitadores y recreadores. El primer y muy
selecto grupo es ínfimo, ahí adentro hay diez o veinte, como mucho. Todos los demás, de algun modo, pertenecen al segundo conjunto. Adentro de este último hay un escalafón. Están los que combinan muy bien sus
influencias, hasta el punto que pueden llegar a incluirse (erróneamente) dentro
de “los elegidos”, están los que hacen un pastiche despreciable, de esos
generalmente ni hablamos acá, los que simplemente siguen un camino sin
plantearse demasiado estas cuestiones. Por último están los que son seguidores
y fanáticos de una banda y un sonido pero lo que hacen tiene un nivel de
decencia admirable. Adentro de este último subgrupo están el noventa por
ciento de las bandas que nos gustan, creasé o no.
El enamoramiento de los belgas The Names con Joy Division no es casual. Se conocieron en un concierto de los ingleses en los países bajos, por lo visto surgió algo bastante parecido a una amistad. Estaban en la misma sintonía gris, en esa vida de miseria tan bien reflejada en la música y las letras, esos ambientes oscuros y opresivos. Swimming, el primer LP de la banda, incluso lo produce el mítico Martin Hannett y una simple escucha revela que el torturado manipulador de perillas está a lo largo y ancho de la placa. Su sello es imborrable en todas las canciones y se puede decir que Swimming es uno de los pocos -de los tantos discos que produjo- en donde las cosas le salieron exactamente como quería. Se ve que los pibes de la banda lo admiraban y respetaban, no como pasó con otros grupos en donde el productor, famoso por sus malos modales y su carácter hosco y huraño, tuvo no pocos choques de personalidad. A diferencia de varios que andaban por estos lados sombríos, The Names tienen cierto nivel de musicalidad que supera el amateurismo, evidente en otras grabaciones de esta época, se nota en los solos, en ciertas decisiones compositivas y en las métricas utilizadas en algunas de las canciones. Para bien o para mal el protagonista acá es Hannett, con sus sintetizadores gélidos entrando y saliendo de la mezcla todo el tiempo, interviniendo en el sonido de la batería, las voces, guitarras y generando su patentado clima de claustrofobia drogona.
Nunca van a dejar de ser una banda de culto pero tienen algo que los hace destacarse del millar de propuestas similares. No es suficiente para ser famosos pero a nosotros nos alcanza y sobra para quererlos.
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