miércoles, 11 de febrero de 2009

Bob Dylan - John Wesley Harding


Hay una conocida anécdota que cuenta Robbie Robertson. Después del tan mencionado accidente en moto. Según dicen, iba con Dylan en un auto, con rumbo a la casa de Woodstock -la que fue inmortalizada en la contratapa de Music From Big Pink- en la que se estaban grabando las legendarias Basement Tapes. En un momento se produjo un silencio y Robertson espetó un “Bueno, eh… ¿Hacia donde lo piensas llevar?” a lo que Dylan entre inquieto y curioso inquirió “¿Llevar? ¿Llevar QUÉ cosa?... ¿Qué exactamente?” La respuesta del guitarrista no se hizo esperar: “El estado actual de las cosas, por supuesto”. Según dicen ahí terminó todo porque Dylan no sabía como reaccionar ante semejante exceso de responsabilidad. Esa era más o menos la concepción que se tenía de Mr. Zimmerman en aquellos años clave. El profeta, el decidor, el poeta alucinado son sólo algunos de los tantos rótulos que intentaron endilgarle y que tanto luchó para sacarse de encima en los años subsiguientes.
El lenguaje musical elegido para esa especie de auto-exorcismo aparece en su esplendor en John Wesley Harding, el primer disco publicado tras aquel exilio voluntario, un álbum completamente despojado, austero, sutil e inmenso en su humildad.

En una época de colores, explosiones de volumen, instrumentos -e instrumentaciones- infrecuentes y a lo grande, Dylan decide hacer precisamente todo lo contrario. John Wesley Harding, cargado de simbolismos e imaginería bíblica en sus textos era engañosamente simple porque un vistazo a los títulos de la contratapa marcan la evidencia: allí se asoman "The Ballad of Frankie Lee and Judas Priest", "I Dream I Saw Saint Augustine" y -por supuesto- el muy versionado "All Along the Watchtower" que fue punto de partida para exploraciones y relecturas por parte de Neil Young, Hendrix y XTC, por citar solo a algunos.

Robbertson resultó, quizás a su pesar, un tanto profético, porque exactamente después de John Wesley Harding una infinidad de bandas lanzaron al mercado sus correspondientes discos de “bajada a tierra”: los Grateful Dead con Workingman’s Dead, los Byrds con Sweetheart of the Rodeo, incluso los mismísimos Beatles con el gran Álbum Blanco, pero los ejemplos pueden citarse en cantidades industriales. Acá empezó todo, otro hito dylanesco que no suele mencionarse con frecuencia.








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