viernes, 5 de febrero de 2021

The High Llamas - Lollo Rosso


Nunca le cacé del todo la onda a la música electrónica, lo admito. Más allá de las implicancias socioculturales que surgen a la hora de escuchar o conocer esa música. En su momento, el contexto y cierto ambiente medio snob me hacían detestarla con mente, cuerpo y alma. Hoy en día, en que ese tipo de cuestiones me tiene completamente sin cuidado, sigo sin poder introducirme del todo. Y cuando se ponen a hablar de géneros (y sub-géneros) mejor ni hablemos, a veces parece que es más importante caer dentro de un estilo que la originalidad, la pasión y demás factores que parecen muchas veces ausentes en la música electrónica.

Hay excepciones, por supuesto. Cuando la electrónica está al servicio de la idea ahí ya podemos empezar a hablar, cuando es un medio y no un fin ahí la historia es otra. Este sería un ejemplo perfecto. Lollo Rosso, el disco de remixes de siete de los temas de Cold and Bouncy, el cuarto LP de estudio de los High Llamas, la banda de Sean O’Hagan. Siempre fueron una banda de pop acústico, después de un breve paso del líder y alma máter por Stereolab, se volvieron más electrónicos y experimentales. Hicieron discos como Gideon Gaye o Hawaii, en donde trataban de hacer un Pet Sounds para nuestros días, una revisión de la obra magna de Brian Wilson.

Si querés trazar esa línea histórica acá tenés un poco de eso, “Mini-Management”, el remix que le toca al productor estrella Jim O’Rourke (Sonic Youth, Smog, Wilco, etc.) bien podría ser uno de esos instrumentales que sirven de separador en el disco de los Beach Boys. Sirve también como ejemplo perfecto para graficar lo antedicho; cuando la electrónica está al servicio de un concepto más grande, en este caso una canción o un track instrumental, es cuando las cosas empiezan a tener sentido, cuando es un condimento en vez de una estructura o un andamio. Hay cambios de ritmo, arreglos de todo tipo, efectos de estudio a la orden del día, es una música que puede dejarse “de fondo” pero a la que, si le prestás atención, te cansás de encontrarle cosas, detalles, chistes sónicos. En definitiva, en sus casi diez minutos de duración pasa de todo, hay sorpresas, vueltas de tuerca y hasta un freak-out ultra psicodélico al final. Esto no va a sonar en los bares chetos de ninguna ciudad del mundo.

Cold and Bouncy fue un disco diferente en la carrera de Sean O’Hagan y sus High Llamas, marcó un quiebre, habría que ver si ellos lo sabían o no. Más allá de eso, Lollo Rosso terminó siendo algo más que un simple compañero de aventuras, es casi un manifiesto.







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