domingo, 25 de diciembre de 2022

Paul Simon - There Goes Rhymin' Simon


Tipos que abrieron el juego, que expandieron las fronteras e hicieron de la música popular algo más rico, más valioso. En Estados Unidos es muy conocido, en el resto del planeta no tanto, al menos como solista. Simon & Garfunkel sí, todo el mundo tiene el Grandes Éxitos de ellos por ahí, juntando polvo, lo tuvo o escuchó en algún momento. Claro, tienen canciones que son inolvidables, algunas de ellas al nivel “Let It Be”, ese que quizás hace que quieras morirte sin volver a escucharla, no hace falta. “Cecilia”, “Bridge Over Troubled Water”, “The Sound of Silence” y por supuesto “Mrs. Robinson”.

La cosa no iba a durar, Paul Simon componía todas las canciones. Al pobre Artie no lo iba a necesitar. ¿Para qué? Su primer LP como solista, Paul Simon, del ’71 es uno de esos que marcan un hito, como el primero de The Band o Nevermind the Bollocks, pero nadie se acuerda o pocos lo mencionan. Tiene el primer reggae primer-mundista, digamos… no jamaiquino. Ese tema es “Mother and Child Reunión” y es importantísimo. Ahí mismo podías encontrar una samba brasilera acelerada, de la mano de “Me and Julo Down By the Schoolyard”. Es simple; el tipo siempre andaba en la búsqueda. De nuevas formas, géneros, achicando distancias y siempre sonó a él mismo. Siempre es Paul Simon.

Alguno puede decir que el nivel de blandura o edulcoramiento es alto en estos pagos. Concedido. Esta no es música para pibes que quieren ensordecerse sin clemencia con guitarras podridas, gritos salvajes e histrionismo generalizado. Te puede llegar a gustar si ya estás para algo un poco más sutil. Y esto está plagado de sutilezas. There Goes Rhymin’ Simon es su segundo larga duración como solista, aparece originalmente en el ’73 y es una continuación natural del debut homónimo. Cuesta creer que tenía unos treinta años acá. El nivel de madurez que exhibe en estas canciones es asombroso, en otra demostración de que algo cambió en el mundo en estos últimos cincuenta años. Mucha variedad músical, cuando hay un arreglo de cuerdas, como por ejemplo las que aparecen en “Something So Right”, está ahí, despacio, subrayando el tema con un nivel de buen gusto poco habitual. En el mismo tema, cuando el tempo cambia, después del segundo estribillo, está pensado para que el asunto fluya delicadamente, casi no se nota. Pero está. Acá aparecen por primera vez un par de clásicos indelebles; “Kadachrome”, el encargado de la apertura, divertido, medio saltarín, “One Man's Ceiling Is Another Man's Floor”, algo que podría relacionarse con un blues, con el toque Paul Simon que obviamente iba a aparecer. Preciosos arreglos de piano a cargo de Barry Beckett. “American Tune”, uno de sus picos emotivos, para llorar con el pañuelito en la mano. “Loves Me Like a Rock”, con los Dixie Hummingbirds aportando sus coros gospel.

Paul Simon no te va a volar las neuronas con una distorsión marca Acme de esas que hacen temblar el techo. Acá la cosa pasa por otro lado. Poesía. Letra y música. Canciones. Viene por ahí la mano.







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