A los Talking Heads les faltaban dos o tres años para llegar a lo que se plantea acá, en “Odara”, el primer tema de Bicho, del año ’77. Esto es música que invita a la pista de baile, pero que también tiene cerebro, un par de neuronas por detrás, puestas al servicio de una música para cuerpo, mente y alma. Y el bajista es una cosa que no se puede creer, vale decirlo.
Un poco de recapitulación viene bien. Para esta época Caetano Veloso ya las había hecho a todas, había explorado la música tradicional de Brasil, a su manera, como todo lo que hizo en realidad, en su primer LP de estudio, Domingo, con Gal Costa. Formó parte del movimiento conocido como Tropicalia, con varios compatriotas famosos, en donde hicieron una música folclórica que no ignoraba lo que estaba pasando en el resto del mundo, todavía hoy siguen siendo influyentes, fundamentales. Tuvo que exiliarse, en Londres, como varios compañeros de continente, cuando América del Sur era reprimida con violencia, miedo y torturas. No se privó de hacer música en ese período, cuando volvió dio vuelta su música en varios sentidos, con discos como Transa, Araçá Azul y Jóia, en donde se dió el gusto de hacer lo que quiso, como quiso, sin dejar de ser jamás Caetano Veloso.
Para la altura de Bicho ya era un tipo con experiencia, venía de un viaje a Lagos, Nigeria, a donde había ido con Gilberto Gil, al igual que muchos músicos de todo el mundo (¿se acuerdan de Paul McCartney y Band on the Run?) a ver qué pasaba y absorber el ambiente musical africano. Esa influencia se deja ver en “Two Naira Fifty Kobo”, segundo tema del disco o en “Gente”, en donde hace una traducción de Fela Kuti admirable, está la influencia del afro-beat, pero es ciento por ciento Caetano, no podría haberlo hecho otro músico a esto. “Vida, dulce misterio” canta, al final de una letra inspiradísima. La música de Bicho parece estar de vuelta de todo, atrás quedó la complejidad armónica de la música de Brasil tradicional, asunto que Caetano Veloso conoce como la palma de su mano. Están quienes dicen que, para hacer el futuro, primero hay que conocer el pasado y este sería un buen ejemplo. Acá el énfasis está puesto en el ritmo, en la reacción física que provoca la música, en función de eso están hechas las letras, que podés ignorarlas y hacerlas formar parte del conjunto, ahí están de todas maneras, siempre acechando y dispuestas a hacer su aporte. Para quien quiera oír que oiga.
A fines de
los setenta era un prócer en Brasil, todavía no era tan famoso como es hoy en
día en el resto del mundo. Nunca se quedó en el molde, siguió en la búsqueda de
su estrella, siguiendo a su musa, haciendo discos excelentes hasta la
actualidad, con un nivel que pocos de su generación pueden ostentar. Camina por
las calles de Bahía y se para a hablar con los músicos callejeros, quienes
claramente lo veneran. Todo un símbolo.
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