viernes, 15 de febrero de 2019

DIO - The Last In Line


La tapa muestra a Murray, la mascota de la banda, apareciendo en un horizonte difuso. En primer plano el mundo se prende fuego y unas figuras que parecen humanos se retuercen de dolor, agonizando en un paisaje infernal, apocalíptico. La letra de “All Down the Line”, el segundo tema dice lo siguiente: “Somos un barco sin tormenta, frío sin el calor, luz dentro de la oscuridad encendida en paz”. En la teoría esto podría ser un desastre pero en la práctica funciona. Es por la música, por la personalidad arrolladora del cantante y líder… por el conjunto, la totalidad.

El buen rock and roll, acá se podría llamar heavy metal pero para el caso es lo mismo, necesita de cierta dosis de estupidez para funcionar, de genialidad estúpida o al revés. Como sea, no se puede tomar demasiado en serio, al fin y al cabo es lo de siempre; lo tomás o lo dejás. Además Dio la inventó a esta historia. Y si no la inventó la perfeccionó, le sacó punta, la aceitó hasta convertirla en la maquinaria aceitada que fue el gran Holy Diver, su primer LP como solista. Ronnie James Dio venía peleando desde las inferiores cuando lo llamaron de Black Sabbath para reemplazar a alguien que es casi su opuesto, nada menos que Ozzy Osbourne. La rompió en Heaven and Hell, llenando unos zapatos que nadie pensó que podía calzarse.

The Last In Line, el segundo álbum como solista del hombre que patentó los cuernitos satánicos, es más o menos lo mismo que el primero, más rockero quizás, con menos presencia de los teclados, más palo y a la bolsa. Rockea durísimo por momentos, ya desde el vamos, con “We Rock”, que arranca a toda velocidad y nervio. “I Speed at Night”, como su título bien lo anticipa, va a una velocidad desquiciada, seguramente ya está en alguno de esos juegos electrónicos de matar gente y andar en auto. Temazo.

Dicen que si una fórmula funciona no hay que alterarla y eso es exactamente lo que pasa en estos temas, se trata de rock pesado, lleno de solos de guitarra, machaques y riffs distorsionados. Es una música que necesita de cierta complicidad para disfrutarla pero… ¿qué música no pide eso? Tenés que olvidarte del costado Spinal Tap del asunto, pero si te gusta el estilo se puede decir que este es otro disco indispensable. A revolear la cabellera y a no olvidar los cuernitos. En una de esas, Satán mete la cola.








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