Robert Plant. “Percy” para los amigos. Otro que las hizo a todas. La década del
setenta que vivió debe haber sido equivalente a cuatro o cinco vidas normales. Sobrevivió relativamente intacto para contarla. El que casi siempre se negó a
reunir Led Zeppelin, rechazando una buena tonelada de billetes para seguir con
su credibilidad artística inmaculada. Escuchando un disco como Mighty ReArranger
surgen algunas teorías con cierto asidero ¿Para qué reunir una banda y tocar
temas viejos si lo que está haciendo es continuar con el espíritu? Manteniendo viva la llama. Esto sería la continuación natural de Physical Graffiti para el siglo
veintiuno, salvando las distancias lógicas.
Es sabido; envejecer te puede hacer más sabio o más boludo y la de Plant es, sin duda alguna, la primer opción. Deja de lado una buena cantidad de tics vocales que todo el mundo conoce, sigue gritando y es un aullador de primerísimo nivel, pero su voz suena más madura y menos excesiva. Si agarrás cualquiera de las canciones de este disco (o de Dreamland, el excelente antecesor) podés trazar una línea imaginaria, una evolución clara.
El groove, la textura, el clima que se plantea en las canciones, esas son las variables fundamentales. Un buen ejemplo es “Tin Pan Valley”, cuarto tema, la atmósfera siniestra no hace más que presagiar la tormenta que está a la vuelta de la esquina. Cuando el estallido sucede parece como si el tiempo no hubiera pasado para Plant... y/o para Led Zeppelin. Es la relectura perfecta de lo que debería estar haciendo un tipo que dejó un legado inmenso, influenciando a millones, actualizándose para las nuevas generaciones y sonando más renovado que varios que ni habían nacido cuando él ya estaba pegando sus primeros alaridos discográficos. “All the King Horses” es Led Zeppelin III para la generación del nuevo milenio. Acústico, despojado de todo artificio, es el sonido de alguien que vivió, atravesó por todos los altibajos de sus compañeros de generación y decidió volver al juego con la frente bien alta. No faltan quienes dicen que un músico deja de ser relevante cuando deja de prestar atención a lo que sucede a su alrededor. Plant lo confirma. Siempre inquieto y curioso, como si tuviera como mínimo veinte años menos, siguió incorporando influencias y haciéndolas formar parte de su música, de forma natural, fluída. Incluso hay algún flirteo con la música electrónica, cosa que hizo que más de un fan ortodoxo se alejara, corriendo despavorido.
Vale recordar que dos años después de Mighty ReArranger, salió al ruedo con Rising Sand, con Alison Krauss, en otro cambio inesperado y hábil en su carrera. Un disco acústico, con una cantante de bluegrass, que lo llevó a ampliar todavía más su base de fanáticos y cosechar un éxito casi unánime de críticas. Otra historia que nos queda pendiente.
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