Hoy parece casi increíble, pero en esta época, a fines de la década del setenta, escuchar a Bob Dylan no estaba bien visto. Sobre todo los discos que estaba sacando en ese momento, porque los clásicos nunca perdieron vigencia. Bob había visto la luz y tenía un entusiasmo y una energía que hacía rato no sentía. Sermoneaba a su público en los conciertos y no dudaba en trenzarse en discusiones mano a mano con los fanáticos, que se hartaban y le pedían sus temas viejos.
Pero la etapa más cuestionada y hasta parodiada de Mr. Zimmerman tiene sus defensores. Charly García siempre dijo que este es su mejor disco a nivel musical y Nick Cave no duda en elegirlo entre sus favoritos de todos los tiempos. Pero claro, los detractores no son pocos y también hay que entenderlos. En Slow Train Coming, el primero de la llamada “Trilogía Cristiana”, encontramos al ex-poeta surrealista, al ex-cronista de los males de este mundo y al ex-marido libidinoso (y despechado) convertido en una suerte de predicador de los evangelios. Bajando línea y tomando partido por una causa que creía justa. Que creía en lo que decía es evidente, se transmite con claridad y eso es algo digno de valorarse, le aporta a las canciones, termina jugando a favor. Los cínicos lo detestaron, casi está de más decirlo. Pero acá no vamos a determinar la validez de sus argumentos.
Sí vamos a recordar las canciones que sacó a relucir Dylan acá, se ve que la epifanía le aporto nuevos bríos. “Precious Angel” tiene una melodía extraordinaria y lo mismo pasa con “I Believe In You”, con un estribillo que te dan ganas de arrodillarte y pedir por favor que te pase lo mismo que a nuestro héroe. ¿Y la guitarrita de Mark Knopfler? ¿No es ese otro gran argumento? Ese sonido, inmediatamente identificable, le da mucho color a las canciones y termina siendo un elemento decisivo. Ni hablar de la producción del enorme Jerry Wexler, grabado en los legendarios estudios Muscle Shoals, Slow Train Coming es un disco al que se le prestó atención desde todos los ángulos, las ganas de transmitir el mensaje de Dylan eran grandes, por lo visto. Finalmente, en los último años de la década, los artistas del “primer mundo” estaban empezando a adoptar el reggae y acá está la relectura de Dylan del asunto, en “Man Gave Names to All the Animals”. El LP empezaba con la diatriba más directa, con “Gotta Serve Somebody” (vapuleado por Lennon en formato canción), instando a todos a darle sentido a la vida mirando más allá del individualismo, su meta era el Cristianismo, pero Dylan siempre deja una puerta abierta y entonces aclara que “puede ser el Diablo o puede ser el señor, pero tenés que servir a alguien”.
Hay que decir que los discos que conformaron la trilogía, Shot of Love y el flojísimo Saved no tuvieron el nivel de Slow Train Coming y quizás por eso abandonó esta nueva veta, abjurando incluso de estas canciones, que casi nunca volvió a tocar en vivo. Ahí es cuando se dio cuenta de que su verdadero Dios era la divisa de color verde con caras de ex presidentes yanquis. Más allá de la ironía, se puede decir cualquier cosa de este trabajo pero… ¿No es preferible un convencido a un intrascendente?
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