jueves, 2 de septiembre de 2010

Townes Van Zandt - For the Sake of the Song


No todo el mundo está dispuesto a dejar de lado las comodidades del mundo material para seguir su musa. No es el caso de Townes Van Zandt. Criado en el seno de una familia texana acomodada, hijo de un abogado rico relacionado al petróleo, pasó su infancia mudándose continuamente. La epifanía llegaría al ver a Elvis en el aquel legendario show de Ed Sullivan y la decisión definitiva vendría de la mano de The Times They Are A-Changin' de Dylan; adiós estudios y a vivir por y para la música.

Después de unos cuantos años de idas y venidas, de pasar -literalmente- hambre, se fue afianzando como compositor y empezó a conseguir residencias en lugares chicos. También en esos años de búsqueda desarrolló un apego por el alcohol y las sustancias que lo acompañaría por el resto de su vida y lo definiría también como poeta y músico.
For the Sake of the Song fue el inicio de Van Zandt como artista discográfico, aparecido en el ínfimo sello Poppy y grabado en Nashville con la producción de Jack Henderson Clement.

¿Qué mejor manera de empezar el primer con una de sus mejores canciones? "For the Sake of the Song" es brillante, simple, elegante y con todas las características de Van Zandt como poeta e intérprete. Juega con las imágenes visualmente, usando palabras cercanas al lenguaje de uso habitual, pero sin caer en obviedades. "Tecumseh Valley" es otra de las que retomaría más adelante, volviendo a grabarla para Our Mother the Mountain con el título ligeramente modificado. Es la historia de una chica que decide probar suerte abandonando su hogar, en busca de mejores perspectivas. Confirmando la teoría de que todos los autores dejan huellas autobiográficas en sus trabajos. La melancolía inherente a toda la obra de Van Zandt es clarísima en "Quicksilver Dreams of Maria", con esa tristeza romántica tan característica, la mezcla de imágenes surrealistas del Dylan de mediados de los 60's y las situaciones cotidianas. "Waiting Around to Die" es impresionante. Ya desde la producción misma, con esos redobles de tambores de fondo y las cuerdas siempre a punto de estallar. La letra tiene que ver con la heroína (nombrada acá como “codeína”), la temible droga que sería su inspiración pero también su cruz. Otro momento para destacar a nivel producción es "The Velvet Voices", con esos coros femeninos fantasmagóricas que están ahí, medio de fondo, pero que como detalle agregan mucho al todo. Punto a favor para Clement.

Los discos que grabó durante la década del 70, que son varios y muy buenos, pasaron prácticamente desapercibidos excepto para unos pocos (sobre todo músicos) pero en los noventa los hermanos Cohen incluyeron una versión de "Dead Horses" de los Stones en la banda sonora de una de las grandes películas de los últimos veinte años: El Gran Lebowsky. El culto por Townes Van Zandt parecía crecer día a día. Si a eso sumamos el constante murmullo de músicos y amigos en vida como Steve Earle o Emmylou Harris… Lo de siempre; a la larga, el tiempo siempre tiene razón.








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