miércoles, 12 de agosto de 2009

Black Sabbath - Vol. 4


Cuando alguien se pregunte por qué Black Sabbath tiene el reconocimiento que ha cosechado, por qué hay una especie de aura mística a su alrededor y por qué músicos y fanáticos los tienen en lo más alto de un pedestal imaginario, será fácil responderles. Es cuestión de escuchar cualquiera de sus discos clásicos para obtener una respuesta inmediata. Y contundente.

Todos los integrantes aportan al sonido y lo hacen de manera original; Tony Iommi tiene en su poder los riffs más diabólicos, pesados y concisos. A esto le sumamos que cuando tiene que hacer solos y arreglos melódicos cumple sin problemas. Ozzy Osbourne, el gran “Oz”, es una montaña de carisma, un cantante imposible de opacar. Geezer Butler es el muro en donde se apoyan las catedrales sonoras del grupo, recorriendo el mástil de su bajo incansablemente, cuando la música lo requiere y apoyándose en las notas principales con aplomo, en los momentos más densos. Después está Bill Ward que es un pulpo, aporreando los parches incansablemente, firme y elástico a la vez, acelera y para, el resto del grupo sabe que puede confiar en el ciegamente, porque es imaginativo con sus arreglos y sabe tocar en función de las composiciones.

En Vol. 4 la energía joven del grupo es patente, el nivel compositivo es más parejo que nunca y el sonido valvular y humeante logra transmitir esa asfixia y urgencia que hacen de Black Sabbath un exponente único, irrepetible.

Repleto de clásicos inoxidables, Vol. 4 trajo por primera vez al mundo los deleites de "Wheels of Confusion", con su catarata de riffs mastodónticos, cambios de ritmos repentinos y pasajes instrumentales, una montaña rusa de sensaciones. También de este disco surgieron "Tomorrow's Dreams", "Cornucopia", "Supernaut" y el macabro "St. Vitus Dance", que ostenta un de los mejores riffs de la cantera inagotable de Mr. Iommi. En "Changes" Ozzy muestra su faceta tierna, un declarado fan de los Beatles, nunca tuvo miedo de ocultar su pasión adolescente por los cuatro de Liverpool, incluso en el seno de una banda que podría situarse en un extremo opuesto. Hasta los efectos con sintetizadores de Iommi funcionan dentro de Vol. 4, cuando separados de su contexto caerían en el olvido, intercalados con los sacudones eléctricos, "FX" y "Laguna Sunrise" se convierten en ejercicios experimentales con un fundamento; hacer que el disco fluya, que tenga vaivenes, en definitiva, que sea “escuchable” de principio a fin.

Vol. 4 fué la cúspide a nivel creativo de Black Sabbath, los problemas personales empezaron a hacer mella en los integrantes y eso se refleja en los trabajos posteriores del cuarteto de Birmingham. Que, si bien siempre tienen momentos de altísimo vuelo, no siempre se sostienen a lo largo de lo que dura un disco completo. De todos modos seguirían extendiendo su omnipotente influencia en miles de bandas que a diario se formaban alrededor del mundo con un único propósito; acercarse, al menos un poco, a las cimas escaladas por Black Sabbath.







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